Lección 9 Para el 2 de marzo de 2024

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Sábado 24 de febrero

Lee para el estudio de esta semana:
Salmo 23; Juan 10:11-15; Salmos 22; 89:27-32; Colosenses 1:16; Salmo 2; Hebreos 7:20-28.

Para memorizar:
“La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la piedra angular. Obra del Señor es esto, es una maravilla a nuestros ojos” (Sal. 118:22, 23).

Los salmos dan testimonio de la persona y el ministerio de Cristo. Casi todos los aspectos de su obra en el plan de salvación se ven en los salmos. De diversas maneras, la vida y la obra de Cristo están prefiguradas y predichas en ellos, a menudo con notable exactitud.

Los temas revelados en los salmos incluyen la divinidad de Cristo, su filiación divina, su obediencia, su celo por el Templo de Dios, su identidad como Buen Pastor, la traición, su sufrimiento, sus huesos que no fueron quebrados; su muerte, resurrección, ascensión, sacerdocio y realeza. Todo está allí, como se predijo muchos siglos antes de que Jesús viniera en carne y hueso.

No es de extrañar, por ejemplo, que al hablar de su ministerio Jesús citara Salmos en su conversación con los discípulos camino a Emaús (Luc. 24:44). Quería que encontraran en los salmos la prueba de quién era él.

Algunos de los salmos que tienen un cumplimiento tipológico en Cristo son Salmos 24, 45, 72 y 101 (el Rey y Juez ideal), 88 y 102 (oraciones del siervo sufriente de Dios). En todos los salmos, mediante lamentos, acciones de gracias, alabanzas y el clamor en busca de justicia y liberación de los salmistas, podemos oír los ecos de la oración de Cristo por la salvación del mundo.


Sábado 24 de febrero

Lección 9 - ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

[Cuando citó la profecía de la piedra que fue rechazada, Cristo se refería] a un acontecimiento verídico de la historia de Israel. El incidente estaba relacionado con la edificación del primer templo… Se había traído una piedra de un tamaño poco común y de una forma peculiar para ser usada en el fundamento; pero los obreros no podían encontrar lugar para ella, y no querían aceptarla. Era una molestia para ellos mientras quedaba abandonada en el camino. Por mucho tiempo, permaneció rechazada. Pero cuando los edificadores llegaron al fundamento de la esquina, buscaron mucho tiempo una piedra de suficiente tamaño y fortaleza, y de la forma apropiada para ocupar ese lugar y soportar el gran peso que había de descansar sobre ella. Si hubiesen escogido erróneamente la piedra de ese lugar, hubiera estado en peligro todo el edificio…

Se habían escogido diversas piedras en diferentes oportunidades, pero habían quedado desmenuzadas bajo la presión del inmenso peso… Pero al fin la atención de los edificadores se dirigió a la piedra por tanto tiempo rechazada. Había quedado expuesta al aire, al sol y a la tormenta, sin revelar la más leve rajadura. Los edificadores la examinaron. Había soportado todas las pruebas menos una. Si podía soportar la prueba de una gran presión, la aceptarían como piedra de esquina. Se hizo la prueba. La piedra fue aceptada, se la llevó a la posición asignada y se encontró que ocupaba exactamente el lugar. En visión profética, se le mostró a Isaías que esta piedra era un símbolo de Cristo (El Deseado de todas las gentes, p. 549).
 

Por cuarenta días Cristo permaneció en la tierra, preparando a los discípulos para la obra que tenían por delante, y explicándoles lo que hasta entonces habían sido incapaces de comprender. Les habló de las profecías concernientes a su advenimiento, su rechazamiento por los judíos, y su muerte, mostrando que todas las especificaciones de estas profecías se habían cumplido. Les dijo que debían considerar este cumplimiento de la profecía como una garantía del poder que los asistiría en sus labores futuras. “Entonces les abrió el sentido —leemos— para que entendiesen las Escrituras; y díjoles: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén”. Y añadió: “Vosotros sois testigos de estas cosas”. Lucas 24:45-48 (Los hechos de los apóstoles, p. 22).
 

Los anhelosos discípulos escuchaban gozosamente las enseñanzas del Maestro, alimentándose, llenos de alegría, con cada palabra que fluía de sus santos labios. Sabían ahora con certeza que era el Salvador del mundo. Sus palabras penetraban hondamente en sus corazones, y lamentaban que tuviesen que separarse pronto de su Maestro celestial y no pudiesen ya oír las consoladoras y compasivas palabras de sus labios. Pero de nuevo se inflamaron sus corazones de amor y excelso júbilo, cuando Jesús les dijo que iba a aparejarles lugar y volver otra vez para llevárselos consigo, de modo que siempre estuviesen con él. También les prometió enviarles el Consolador, el Espíritu Santo, para guiarlos en toda verdad. “Y alzando sus manos, los bendijo” (Primeros escritos, p. 189).

Domingo 25 de febrero

El pastor divino y abnegado

Lee Salmos 23; 28:9; 80:1; 78:52 y 53; 79:13; y 100:3. ¿Cómo se describe en estos textos la relación entre el Señor y su pueblo?

* ¡Tus notas no se guardarán!

La imagen del Señor como Pastor y del pueblo de Dios como ovejas de su prado pone de relieve la guía y el cuidado sustentador de Dios para con su pueblo, así como su dependencia de Dios para satisfacer todas sus necesidades. La imagen transmite la noción de cercanía entre Dios y su pueblo, porque los pastores vivían con sus rebaños y cuidaban de cada oveja individualmente. La imagen pastoral subraya también la propiedad de Dios sobre su rebaño, garantizada por dos fuertes vínculos: la Creación (Sal. 95:6, 7; 100:3) y el Pacto (Sal. 28:9; Heb. 13:20).

La imagen del Pastor divino que conduce a José como a un rebaño (Sal. 80:1) alude, quizás, a la bendición que Jacob le dio a José, que presenta a Dios como el Pastor de Israel, y apela así a esta gran promesa y bendición (Gén. 49:24).

Los reyes eran considerados pastores de su pueblo (2 Sam. 5:2). Sin embargo, únicamente Dios merece realmente este título, porque la mayoría de los reyes humanos no estuvieron a la altura de esa vocación. Solamente el Señor lo merece, y por eso se lo llama el Buen Pastor.

Lee Juan 10:11 al 15. ¿Qué dice Jesús de sí mismo como Buen Pastor?

El vínculo íntimo entre el Pastor divino y su rebaño se aprecia en que el rebaño conoce inequívocamente la voz del Pastor (Juan 10:4, 27). Hasta el día de hoy, los pastores de Medio Oriente pueden dividir sus rebaños que se han mezclado simplemente llamando a sus ovejas, que reconocen a su pastor y siguen su voz.

A veces, el rebaño de Dios sufre diversas aflicciones, que el pueblo entiende como señal del descontento y el abandono de Dios. Sin embargo, el Buen Pastor nunca abandona a sus ovejas descarriadas, sino que las busca para salvarlas. Esta es una poderosa imagen de la relación de Dios con su pueblo. Él está dispuesto a morir por sus ovejas (Juan 10:11, 15) y, paradójicamente, a convertirse en Cordero sacrificado por ellas (Juan 1:29). Además, Jesús confirmó que llamaría a sus ovejas de otros rebaños y las uniría en un solo rebaño (Juan 10:16).

¿De qué manera puedes aprovechar a diario y en la práctica lo que se nos promete al tener a Jesús como el Buen Pastor?


Domingo 25 de febrero

El pastor divino y abnegado

De todas las criaturas, la oveja es una de las más tímidas e indefensas, y en el Oriente el cuidado del pastor por su rebaño es incansable e incesante…

Mientras el pastor guía su rebaño por sobre las colinas rocosas, a través de los bosques y de las hondonadas desiertas, a los rincones cubiertos de pastos junto a la ribera de los ríos; mientras lo cuida en las montañas durante las noches solitarias, lo protege de los ladrones y con ternura atiende a las enfermizas y débiles, su vida se unifica con la de sus ovejas. Un fuerte lazo de cariño lo une a los objetos de su cuidado. Por grande que sea su rebaño, él conoce cada oveja. Cada una tiene su nombre, al cual responde cuando la llama el pastor.

Como un pastor terrenal conoce sus ovejas, así el divino Pastor conoce su rebaño, esparcido por el mundo. “Y vosotras, ovejas mías, ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice el Señor Jehová”. Jesús dice: “Te puse nombre, mío eres tú”. “He aquí que en las palmas te tengo esculpida”. Ezequiel 34:31; Isaías 43:1; 49:16 (El Deseado de todas las gentes, pp. 444, 445).
 

Cristo, en su relación con su pueblo, [se compara] con un pastor. Después de la caída del hombre vio a sus ovejas condenadas a perecer en las sendas tenebrosas del pecado. Para salvar a estas descarriadas, dejó los honores y la gloria de la casa de su Padre. Dice: “Yo buscaré a la perdida y haré volver al redil a la descarriada, vendaré la perniquebrada y fortaleceré a la débil”. “Yo salvaré a mis ovejas y nunca más serán objeto de rapiña”; “ni las fieras del país las devorarán”. Se oye su voz que las llama a su redil: “Y habrá un resguardo de sombra contra el calor del día, y un refugio y escondedero contra la tempestad y el aguacero”. Su cuidado por el rebaño es incansable. Fortalece a las ovejas débiles, libra a las que padecen, reúne los corderos en sus brazos, y los lleva en su seno. Sus ovejas lo aman (Historia de los patriarcas y profetas, p. 189).
 

[C]uando la tormenta de la persecución caiga realmente sobre nosotros, las ovejas fieles escucharán la voz del Pastor verdadero. Se harán esfuerzos desinteresados para salvar a los perdidos, y muchos que han dejado el redil, regresarán para ir en pos del gran Pastor. El pueblo de Dios se unirá y presentará un frente común ante el enemigo. Ante el creciente peligro, cesará la lucha por la supremacía; no habrá más disputas para decidir quién es el más importante. Ninguno de los creyentes fieles dirá: “Yo soy de Pablo; y yo de Apolo; y yo de Pedro”. El testimonio de cada uno será: “Me aferro de Cristo; me gozo en él porque es mi Salvador”…

El amor de Cristo, el amor de nuestros hermanos, testificará ante el mundo de que hemos estado con Jesús y aprendido de él (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 400, 401).

Lunes 26 de febrero

El mesías sufriente

Lee Salmos 22 y 118:22. ¿Cómo trataron al Mesías aquellos a quienes él había venido a salvar?

Muchos salmos expresan los sentimientos agónicos de máximo desamparo del Mesías sufriente (por ejemplo, Sal. 42; 88; 102). Salmo 22 es una profecía mesiánica directa, porque muchos detalles de este salmo no se pueden relacionar históricamente con el rey David, sino que encajan perfectamente con las circunstancias de la muerte de Cristo. Jesús oró con las palabras de Salmo 22:1 en la cruz (Mat. 27:46).

El tormento de la separación de su Padre que sufrió Cristo, a causa de que el Salvador cargó con los pecados de todo el mundo, solo puede medirse por el alcance del estrecho vínculo que tenían; es decir, su unidad sin parangón (Juan 1:1, 2; 10:30). Sin embargo, ni siquiera las profundidades del sufrimiento inexplicable pudieron romper la unidad entre el Padre y el Hijo. En su total abandono, Cristo se encomienda incondicionalmente al Padre, a pesar de las profundidades de la desesperación a las que se enfrentaba.

“Sobre Cristo como Sustituto y Garante de nosotros fue puesta la iniquidad de todos nosotros. Fue contado por transgresor, para que pudiese redimirnos de la condenación de la Ley. La culpabilidad de cada descendiente de Adán abrumó su corazón. La ira de Dios contra el pecado, la terrible manifestación de su desagrado por causa de la iniquidad, llenó de consternación el alma de su Hijo” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 701).

Las imágenes amenazantes de toros fuertes, leones rugientes y perros resaltan la crueldad y la animosidad que soportó Cristo (a quien se compara con un gusano inofensivo e indefenso) en sus horas finales a manos del pueblo. Con asombrosa exactitud, Salmo 22 transmite los comentarios venenosos de la multitud que se burló de las palabras que Jesús mismo había elevado al Padre (Sal. 22:1, 8; Mat. 27:43) y de los soldados, que se repartieron las vestiduras de Jesús (Sal. 22:18; Mat. 27:35). Poco comprendía entonces el pueblo que el “gusano” que pretendían aplastar se convertiría en la principal “piedra angular” del Templo, para proteger sus cimientos (Sal. 118:22).

Sin embargo, el Mesías rechazado se convirtió en la fuente de la salvación para el pueblo de Dios tras su resurrección de entre los muertos (Mat. 21:42; Hech. 4:10-12). Cristo sufrió el rechazo de la humanidad, pero Dios glorificó a su Hijo al convertirlo en la “piedra angular” viva del Templo espiritual de Dios (Efe. 2:20-22; 1 Ped. 2:4-8). Para quienes rechacen esta Piedra, es decir, al medio de salvación de Dios, esta se convertirá en el agente del Juicio (Isa. 8:14; Mat. 21:44).

Jesús, en la Cruz, pagó en sí mismo la pena por cada pecado que tú hayas cometido. ¿Cómo debería influir sobre tu vida actual el hecho de que él sufriera en tu nombre? Es decir, ¿por qué el pecado te debería parecer tan aborrecible?


Lunes 26 de febrero

El mesías sufriente

Mediante el salmista, Cristo había predicho el trato que iba a recibir de los hombres: “Yo soy … oprobio de los hombres, y desecho del pueblo. Todos los que me ven, escarnecen de mí; estiran los labios, menean la cabeza, diciendo: Remítese a Jehová, líbrelo; sálvele, puesto que en él se complacía”. “Contar puedo todos mis huesos; ellos miran, considéranme. Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”. “He sido extrañado de mis hermanos, y extraño a los hijos de mi madre. Porque me consumió el celo de tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban, cayeron sobre mí”. “La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado: y esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo: y consoladores, y ninguno hallé”. Salmo 22:6-8, 17, 18; 69:8, 9, 20 (Los hechos de los apóstoles, pp. 182, 183).
 

Los hombres, a quienes Dios había creado, y que dependían de él en cada momento de su vida, que pretendían ser hijos de Abraham, llevaron a cabo la ira de Satanás contra el inocente Hijo del Dios infinito. Mientras Cristo estaba llevando la pesada culpabilidad provocada por la transgresión de la ley, mientras estaba precisamente en el acto de llevar nuestros pecados, fue mofado… por los principales sacerdotes y gobernantes… Fue allí [en la cruz] donde la misericordia y la verdad se encontraron, donde la justicia y la paz se abrazaron. Aquí hay un tema que todos necesitan entender. Aquí hay longuras, anchuras, profundidades y alturas que sobrepujan todo cómputo.

El carácter de Cristo es infinitamente perfecto. La Palabra lo revela. Es alzado y proclamado como el Único, que dio su vida por la vida del mundo… Cristo dio su vida para que todos los desleales y desobedientes pudieran comprender la verdad de la promesa dada en el primer capítulo de Juan: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:12. Repetid esto vez tras vez. Podemos llegar a ser hijos de Dios, miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Todos los que aceptan a Jesucristo y mantienen firmemente el principio de su confianza hasta el fin, serán los herederos de Dios y coherederos con Cristo (That I May Know Him, p. 70; parcialmente en A fin de conocerle, p. 72).
 

Cuando el pecador capta una visión de los inigualables encantos de Jesús, el pecado ya no le parece atractivo, pues contempla al “Señalado entre diez mil”, “todo él codiciable”. Cantares 5:10, 16. Percibe por experiencia personal el poder del evangelio, cuya amplitud de designio es solo igualado por lo precioso de su propósito (Reflejemos a Jesús, p. 68).

Martes 27 de febrero

Siempre fiel a su pacto

Lee Salmos 89:27 al 32 y 38 al 46; y 132:10 al 12. ¿En qué consiste el pacto davídico? Al parecer, ¿qué fue lo que lo puso en peligro?

El pacto davídico contiene la promesa de Dios de sostener eternamente el linaje de David y la prosperidad del pueblo de Dios (1 Sam. 7:5-16; Sal. 89:1-4, 19-37; 132:12-18). La permanencia del pacto se afianzaba sobre el solemne juramento de Dios y la fidelidad del rey a Dios. Sin embargo, incluso los reyes devotos, como el rey David, no siempre fueron fieles al Señor. Salmo 89 se lamenta por la dura realidad que parece indicar que las gloriosas promesas del pacto davídico se han perdido. ¿Abandonó Dios irremediablemente a Israel? La respuesta, por supuesto, es ¡NO!

Sí, la ira de Dios es una expresión del juicio divino (Sal. 38:1; 74:1). No obstante, no dura para siempre, porque el amor eterno de Dios perdona los pecados de las personas cuando estas se arrepienten. Pero, mientras dura, el descontento de Dios con su pueblo descarriado es grave. El pueblo siente las amargas consecuencias de su desobediencia y se da cuenta de la gravedad de sus pecados (Sal. 89:38-46). Con todo, pregunta: “¿Hasta cuándo?”, apelando al carácter pasajero de la ira de Dios (Sal. 89:46). La esperanza renovada surge de una nueva seguridad en la fidelidad de Dios para “recordar” su gracia (Sal. 89:47, 50).

En resumen, aunque el componente humano del pacto fracasara, el pueblo podía descansar en la promesa de los propósitos inmutables de Dios mediante el Mesías, que encarna toda la justicia y la salvación de Israel y del mundo entero. Es decir, al final, Dios prevalecerá y su Reino eterno se establecerá para siempre, pero únicamente gracias a Jesús, y no al pueblo de Dios.

Jesucristo es el Hijo de David y es el Mesías (Mat. 1:1; Heb. 1:8). Se lo llama “el primogénito (el principal) de toda creación” (Col. 1:15), en alusión a Salmo 89:27, que llama a David, quien era el tipo de Cristo, el primogénito de Dios. “Yo también lo pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra”.

Es evidente que el título “primogénito” no expresa la condición biológica de David, porque David era el octavo hijo de sus padres (1 Sam. 16:10, 11). Lo mismo sucede con Jesús. Este título significa su honor y su autoridad especiales (Col. 1:16, 20-22). Dios hizo de Jesús el Rey supremo sobre todo el mundo cuando lo resucitó de entre los muertos (Hech. 2:30, 31).

Lee Colosenses 1:16 y 20 al 22. ¿Qué nos enseñan estos versículos acerca de quién es Jesús y qué hizo por nosotros? ¿Qué promesa puedes extraer de esto para ti?


Martes 27 de febrero

Siempre fiel a su pacto

Grandes y gloriosas fueron las promesas hechas a David y a su casa. Eran promesas que señalaban hacia el futuro, hacia las edades eternas, y encontraron la plenitud de su cumplimiento en Cristo. El Señor declaró:

“Juré a David mi siervo, diciendo: … Mi mano será firme con él, mi brazo también lo fortificará… Y mi verdad y mi misericordia serán con él; y en mi nombre será ensalzado su cuerno. Asimismo pondré su mano en la mar, y en los ríos su diestra. Él me llamará: Mi padre eres tú, mi Dios, y la roca de mi salud. Yo también le pondré por primogénito, alto sobre los reyes de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia; y mi alianza será firme con él. Y pondré su simiente para siempre, y su trono como los días de los cielos”. Salmo 89:3, 21-29 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 818, 819).
 

Más de un obrador de iniquidad ha excusado su propio pecado señalando la caída de David; pero ¡cuán pocos son los que manifiestan la penitencia y la humildad de David! ¡Cuán pocos soportarían la reprensión y la retribución con la paciencia y la fortaleza que él manifesto!…

Pero él vio en su propio pecado la causa de su dificultad. Las palabras del profeta Miqueas respiran el espíritu que alentó el corazón de David: “Aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi juicio”. Miqueas 7:8, 9. Y el Señor no abandonó a David. Este capítulo de su experiencia cuando, sufriendo los insultos más crueles y los agravios más severos, se muestra humilde, desinteresado, generoso y sumiso, es uno de los más nobles de toda su historia. Jamás fue el gobernante de Israel más verdaderamente grande a los ojos del cielo que en esta hora de más profunda humillación exterior (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 797, 798).
 

El apóstol [Pablo] exaltó a Cristo delante de sus hermanos como aquel por quien Dios había creado todas las cosas, y por quien había labrado su redención. Declaró que la mano que sostiene los mundos en el espacio y mantiene en su ordenada distribución e infatigable actividad todas las cosas en el universo, es la que fué clavada por ellos en la cruz. “Por él fueron criadas todas las cosas —escribió Pablo— que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue criado por él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten”…

El Hijo de Dios se humilló para levantar al caído. Por ello dejó los mundos celestiales que no han conocido el pecado, los noventa y nueve que le amaban, y vino a esta tierra para ser “herido por nuestras rebeliones”, y “molido por nuestros pecados”. Isaías 53:5… Lleno de ternura, compasión, simpatía, siempre considerado con los demás, representó el carácter de Dios. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14 (Los hechos de los apóstoles, pp. 376, 377).

Miércoles 28 de febrero

Rey eterno de poder incomparable

Lee Salmos 2; 110:1 al 3; 89:4 y 13 al 17; y 110:1, 2, 5 y 6. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Cristo como Rey?

La descripción de Dios como Padre del Mesías apunta a la coronación del rey cuando este fue adoptado en el Pacto de Dios (Sal. 2:7; 89:26-28). Salmo 2:7 prevé la resurrección y la exaltación de Cristo como el amanecer del nuevo Pacto eterno y del sacerdocio real de Cristo (Hech. 13:33-39; Heb. 1:5; 5:5). El Mesías se sienta a la diestra de Dios como alguien que posee honor y autoridad sin precedentes (Sal. 110:1; Hech. 7:55, 56). “Además, la interacción entre el Señor y el ‘ungido’ (Mesías) sugiere incluso una intención de identificar a este Mesías davídico con el Señor mismo. [...] Si el que está sentado a la diestra es el Señor, entonces, el Señor es el Mesías, ya que este último también es visto a la diestra [ver Salmo 110:1, 5]” (Jacques Doukhan, On the Way to Emmaus [Clarksville, MD: Lederer Books, 2012], pp. 26, 27).

Finalmente, Cristo tendrá la victoria absoluta sobre sus enemigos. Hacer de los enemigos un “estrado” es una imagen que refleja la costumbre de los antiguos reyes del Cercano Oriente de colocar sus pies sobre el cuello de sus enemigos derrotados para demostrar el dominio total sobre ellos. Sin embargo, la vara de Cristo no es aquí una herramienta de terror (Sal. 2:9; 110:2).

La vara (“bastón”) la llevaban originalmente los líderes tribales como símbolo de la tribu (Núm. 17:2-10). La vara de Cristo procede de Sion, porque él representa al pueblo de Sion. Su vara es un símbolo del juicio divino, que pone fin al dominio del mal y representa el reinado sin rival de Cristo (Apoc. 2:27; 12:5). Incluso los reyes impíos tienen la oportunidad de arrepentirse y someterse al Mesías (Sal. 2:10-12).

Una representación gráfica de la victoria final de Cristo se encuentra en la escena previa al Advenimiento en Daniel 7, que muestra que, después de que se da el juicio “en favor de los santos del Altísimo” (Dan. 7:22), se establece su Reino, “cuyo reino es reino eterno” (Dan. 7:27). Gracias a la Cruz, la promesa del Reino está asegurada.

Se promete una bendición a todos los que confían en el Rey, y el pueblo se regocija en el reinado soberano y justo del Mesías (Sal. 2:12; 89:15-17).

Qué agradable es saber que, sí, al final, el bien triunfará sobre el mal, se hará justicia, y el dolor y el sufrimiento serán vencidos para siempre. ¿De qué manera debería consolarnos esta verdad ahora que, desde una perspectiva humana, el mal parece prosperar?


Miércoles 28 de febrero

Rey eterno de poder incomparable

Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Salmo 110:1.

El amor del Padre hacia una raza caída es insondable, indescriptible y sin parangón. Este amor lo indujo a consentir dar a su Hijo unigénito para que muriera, a fin de que el hombre rebelde pudiera ser puesto en armonía con el gobierno del cielo, y pudiera salvarse de la penalidad de la transgresión. El Hijo de Dios depuso su trono real, a fin de hacerse pobre por causa de nosotros, para que por medio de su pobreza nosotros fuéramos enriquecidos. Llegó a ser “varón de dolores” para que pudiéramos participar de su eterno regocijo… Dios permitió que su amado Hijo, lleno de gracia y de verdad, descendiera de un mundo de indescriptible gloria a otro mundo viciado y agostado por el pecado, entenebrecido con las sombras de la muerte y la maldición…

Por su humanidad, Cristo tocaba a la humanidad; por su divinidad, se asía del trono de Dios (La maravillosa gracia de Dios, p. 79).
 

Cuando Cristo vuelva a la tierra, los hombres no le verán como preso rodeado por una turba. Le verán como Rey del cielo. Cristo volverá en su gloria, en la gloria de su Padre y en la gloria de los santos ángeles. Miríadas y miríadas, y miles de miles de ángeles, hermosos y triunfantes hijos de Dios que poseen una belleza y gloria superiores a todo lo que conocemos, le escoltarán en su regreso. Entonces se sentará sobre el trono de su gloria y delante de él se congregarán todas las naciones. Entonces todo ojo le verá y también los que le traspasaron. En lugar de una corona de espinas, llevará una corona de gloria, una corona dentro de otra corona. En lugar de aquel viejo manto de grana, llevará un vestido del blanco más puro, “tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos”. Marcos 9:3. Y en su vestidura y en su muslo estará escrito un nombre: “Rey de reyes y Señor de señores”. Apocalipsis 19:16 (El Deseado de todas las gentes, pp. 688, 689).
 

El reino de la gracia de Dios se está estableciendo, a medida que ahora, día tras día, los corazones que estaban llenos de pecado y rebelión se someten a la soberanía de su amor. Pero el establecimiento completo del reino de su gloria no se producirá hasta la segunda venida de Cristo a este mundo… .

Las puertas del cielo se abrirán otra vez y nuestro Salvador, acompañado de millones de santos, saldrá como Rey de reyes y Señor de señores. Jehová Emmanuel “será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre”. “El tabernáculo de Dios” estará con los hombres y Dios “morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. Zacarías 14:9; Apocalipsis 21:3 (El discurso maestro de Jesucristo, p. 93).

Jueves 29 de febrero

Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec

Lee Salmo 110:4 al 7. ¿En qué sentido es único el sacerdocio de Cristo, y qué gran esperanza podemos encontrar en el sacerdocio celestial de Cristo?

Dios dota al Mesías de una realeza eterna (Sal. 110:1-3) y de un sacerdocio de rango superior, el orden de Melquisedec (Sal. 110:4-7). El Señor sella su palabra con una promesa solemne (Heb. 6:18). El juramento de Dios de no cejar en su empeño de darnos un Sacerdote perfecto es una señal de su gracia. Los pecados y las rebeliones abiertas de la gente hacen que Dios abandone constantemente a su pueblo, pero el juramento de Dios es inmutable y garantiza la gracia de Dios al revocar su juicio sobre el pueblo arrepentido (Éxo. 32:14; Sal. 106:45).

El juramento divino introduce un elemento novedoso en el pacto davídico, al declarar que el Mesías Rey es también Sacerdote (Sal. 110:4). Los reyes de Israel nunca pudieron ejercer como sacerdotes levitas (Núm. 8:19; 2 Crón. 26:16- 21). Cuando la Escritura menciona a reyes o pueblos que ofrecen sacrificios, implica que ellos llevaban los sacrificios a los sacerdotes, quienes realmente los ofrecían. Salmo 110 distingue al Mesías Rey de los demás reyes y sacerdotes de Israel. El sacerdocio eterno de Cristo deriva de Melquisedec, quien era a la vez rey de Salem (Jerusalén) y sacerdote del “Dios Altísimo” (Gén. 14:18-20). El Antiguo Testamento nunca habla del rey David ni de ningún otro rey israelita como poseedores del sacerdocio según el orden de Melquisedec, excepto en Salmo 110. Es evidente que este salmo habla del sacerdocio de Melquisedec. Claramente, el salmo habla de un rey-sacerdote distintivo en la historia de Israel.

Lee Hebreos 7:20 al 28. ¿Cuáles son algunas de las implicaciones del sacerdocio superior de Cristo?

Al ser a la vez Rey divino y Sacerdote eterno, Cristo tiene una superioridad sin precedentes sobre los sacerdotes y los reyes humanos; por lo tanto, podemos tener esperanza. Cristo sostiene un pacto superior que se basa en el juramento de Dios, y no en promesas humanas. Él ejerce su ministerio en el Santuario celestial. Su sacerdocio no se ve afectado por el pecado ni por la muerte, como el de los sacerdotes humanos, y por eso puede interceder por su pueblo y salvarlo por siempre. La obra reconciliadora de Cristo como Sacerdote perfecto y compasivo le da a su pueblo la seguridad duradera de permanecer ante la presencia misma de Dios (Heb. 6:19, 20). El sacerdocio real de Cristo abolirá el dominio del mal, no solamente en el corazón de las personas, sino también en el mundo. Cumplirá la promesa de Salmo 2 de que toda nación y todo gobernante estarán sujetos al juicio real de Cristo Jesús (Sal. 2:6-9; 110:1, 2, 5, 6). El maravilloso sacerdocio real de Jesús reclama nuestras obediencia y confianza absolutas.


Jueves 29 de febrero

Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec

Fue la obra de Cristo presentar la verdad en el marco del evangelio y revelar los preceptos y principios que había dado al hombre caído. Cada idea que presentó Cristo era propia de él. No necesitó tomar prestados los pensamientos de nadie, porque era el originador de toda verdad. Podía presentar las ideas de los profetas y de los filósofos, y preservar la originalidad de él, pues era suya toda la sabiduría. Él era el manantial, la fuente de toda verdad. Llevaba la delantera a todos, y por su enseñanza llegó a ser el dirigente espiritual para todos los siglos.

Fue Cristo el que habló mediante Melquisedec, el sacerdote del Dios altísimo. Melquisedec no era Cristo, sino la voz de Dios en el mundo, el representante del Padre. Y Cristo ha hablado a través de todas las generaciones del pasado. Cristo ha guiado a su pueblo y ha sido la luz del mundo (Mensajes selectos, t. 1, p. 479).
 

[E]n el niño de Belén estaba velada la gloria ante la cual los ángeles se postran. Este niño inconsciente era la Simiente prometida, señalada por el primer altar erigido ante la puerta del Edén. Era Shiloh, el pacificador. Era Aquel que se presentara a Moisés como el YO SOY. Era Aquel que, en la columna de nube y de fuego, había guiado a Israel. Era Aquel, que de antiguo predijeran los videntes. Era el Deseado de todas las gentes, la Raíz, la Posteridad de David, la brillante Estrella de la Mañana. El nombre de aquel niñito impotente, inscrito en el registro de Israel como Hermano nuestro, era la esperanza de la humanidad caída. El niño por quien se pagara el rescate era Aquel que había de pagar la redención de los pecados del mundo entero. Era el verdadero “gran sacerdote sobre la casa de Dios”, la cabeza de “un sacerdocio inmutable”, el intercesor “a la diestra de la Majestad en las alturas”. Hebreos 10:28; 7:24; 1:3 (El Deseado de todas las gentes, p. 36).
 

El arco iris rodea el trono como una seguridad de que Dios es verdadero, que en él no hay mudanza ni sombra de variación. Hemos pecado contra él, y somos indignos de su favor… Cuando venimos a él confesando nuestra indignidad y pecado, él se ha comprometido a atender nuestro clamor. El honor de su trono está empeñado en el cumplimiento de la palabra que nos ha dado.

A semejanza de Aarón, que simbolizaba a Cristo, nuestro Salvador lleva los nombres de todos sus hijos sobre su corazón en el Lugar Santo. Nuestro gran sumo sacerdote recuerda todas las palabras por medio de las cuales nos ha animado a confiar. Nunca olvida su pacto.

Todo el que pida recibirá. A todo el que llame se le abrirá. No se presentará la excusa: No me seas molesto; la puerta está ya cerrada; no quiero abrirla. A nadie se le dirá jamás: No puedo ayudarte (Palabras de vida del gran Maestro, p. 114).

Viernes 1° de marzo

Para estudiar y meditar: Lee Elena de White, El Deseado de todas las gentes, “Dios con nosotros”, pp. 11-18.
 

Al ser a la vez oraciones de Cristo y oraciones acerca de Cristo, los salmos ofrecen una revelación única de la Persona y el ministerio redentor de Cristo como aquel que es “Dios con nosotros” (Mat. 1:23). Jesús es “Dios con nosotros” en las angustiantes oraciones de abandono y sufrimiento. Es “Dios con nosotros” en el clamor por justicia y liberación. Jesús es “Dios con nosotros” al no abandonarnos a nuestra perdición y desesperación, sino que nos muestra el camino victorioso de la fe. Se hizo por nosotros Sacerdote y Rey eterno a fin de salvarnos de la perdición eterna del pecado. En Cristo, el perfecto Rey davídico, se cumplen todas las solemnes promesas de salvación de Dios (2 Cor. 1:20).

Elena de White describe con agudeza la unidad de Cristo con la humanidad: “Por medio de su humanidad, Cristo tocó a la humanidad; por medio de su divinidad se aferró del Trono de Dios. Como Hijo del hombre nos dio un ejemplo de obediencia; como Hijo de Dios nos imparte poder para obedecer. Fue Cristo quien habló a Moisés desde la zarza en el monte Horeb diciendo: ‘YO SOY EL QUE SOY. [...] Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros’ (Éxo. 3:14). Tal era la garantía de la liberación de Israel. Asimismo, cuando vino ‘en semejanza de los hombres’, se declaró el YO SOY. El Niño de Belén, el manso y humilde Salvador, es Dios ‘manifestado en carne’ (1 Tim. 3:16). Y a nosotros nos dice: “YO SOY el buen pastor”. “YO SOY el pan vivo”. “YO SOY el camino, y la verdad, y la vida”. “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Juan 10:11; 6:51; 14:6; Mat. 28:18). YO SOY la seguridad de toda promesa. YO SOY; no tengan miedo” (El Deseado de todas las gentes, p. 16).

Preguntas para dialogar:

  1. ¿Cómo ha demostrado Dios su inquebrantable fidelidad a su pacto a pesar de la infidelidad del pueblo? ¿Qué consuelo trae eso a los hijos de Dios que luchan hoy?

  2. El sacerdocio único y superior de Cristo según el orden de Melquisedec, ¿de qué manera refuerza la certeza de la salvación del pueblo de Dios?

  3. Los evangelios muestran que muchas promesas mesiánicas de los salmos se cumplieron en Jesucristo. ¿Cómo demuestra esto la veracidad de la Palabra de Dios? ¿Por qué debemos resistirnos a todo sentimiento que tienda a debilitar nuestra confianza en la Palabra de Dios?

  4. ¿Qué gran consuelo podemos obtener de las palabras de Cristo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mat. 28:18)? ¿Cómo aplicamos esta promesa a nuestra propia experiencia?


Viernes 1° de marzo

Para estudiar y meditar

Exaltad a Jesús, 19 de enero, “Un ejemplo inmaculado”, p. 27;

Exaltad a Jesús, 6 de julio, “El Buen Pastor”, p. 195.