Sabiduría para vivir con rectitud
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Salmo 90:12.
Nuestro tiempo pertenece a Dios. Cada momento es suyo, y nos hallamos bajo la más solemne obligación de aprovecharlo para su gloria. De ningún otro talento que él nos haya dado requerirá más estricta cuenta que de nuestro tiempo.
El valor del tiempo sobrepuja todo cómputo. Cristo considera precioso todo momento, y así es como hemos de considerarlo nosotros. La vida es demasiado corta para que se la disipe. No tenemos sino unos pocos días de gracia en los cuales prepararnos para la eternidad… No tenemos tiempo para perder, ni tiempo para dedicar a los placeres egoístas, ni tiempo para entregarnos al pecado. Ahora hemos de formar caracteres para la vida futura e inmortal. Ahora hemos de prepararnos para el juicio investigador
(La fe por la cual vivo, p. 160).
Creo que estamos en los límites del mundo eterno, y estoy intentando mantenerme en constante comunión con el Señor. Aprecio la vida eterna y nada me separará del amor de Dios. Deseo educar y adiestrar constantemente mi alma para que repose en Jesús, y para que obtenga fuerza espiritual de él. Dios quiere que tengamos un conocimiento experimental de Cristo; entonces seremos fieles testigos de Dios, y daremos testimonio, mediante nuestras palabras y acciones, de la gracia de Cristo…
Cuando pienso en la obra que Dios está haciendo por el hombre me lleno de admiración cuando veo que Dios toma a los pobres seres caídos para darles poder moral, de manera que se manifieste en ellos la obra interior de su gracia, para transformar el carácter y lograr que los hombres sean aptos para las mansiones que Dios está preparando para ellos, para comparecer delante de Dios, para ser compañeros con los ángeles y para tener comunión con Dios. ¡Oh, cuánto anhela mi corazón encontrarse entre los que caminarán con Jesucristo en la tierra nueva!
(Cada día con Dios, p. 115).
Muchas veces la vida cristiana está rodeada de peligros, y el deber parece difícil de cumplir. La imaginación cree ver la ruina inminente si se avanza, y la servidumbre y la muerte si se vuelve atrás. Sin embargo, la voz de Dios dice claramente: Id adelante. Obedezcamos la orden, aun cuando nuestra vista no pueda penetrar las tinieblas. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán nunca ante un espíritu vacilante y dudoso. Aquellos que difieren la obediencia hasta que toda incertidumbre desaparezca, y no queden riesgos de fracaso ni derrota, no obedecerán nunca. La fe mira más allá de las dificultades, y echa mano de lo invisible, aun de la Omnipotencia, y por lo tanto, no puede resultar frustrada. La fe es como asir la mano de Cristo en toda emergencia…
Jesús no nos llama a seguirle para después abandonarnos. Si entregamos nuestra vida a su servicio, nunca podremos hallarnos en una posición para la cual Dios no haya hecho provisión. Cualquiera que sea nuestra situación, tenemos un Guía para dirigirnos en el camino (Obreros evangélicos, pp. 276, 277).
Domingo 18 de febrero
Bienaventurados los perfectos de camino; los que andan en la ley de Jehová. Salmo 119:1…
El pecador no puede hacer frente a las exigencias de Dios con sus propias fuerzas. Debe acudir en busca de ayuda al que pagó el rescate por él…
Cristo es nuestra esperanza. Los que confían en él son limpiados. La gracia de Cristo y el gobierno de Dios van juntos en perfecta armonía. Cuando Jesús se convirtió en el sustituto del hombre, la misericordia y la verdad se juntaron, y la justicia y la paz se besaron. La cruz del Calvario da testimonio de las elevadas exigencias de la ley de Dios.
La ley de los Diez Mandamientos no debe ser contemplada tanto desde el lado prohibitorio como desde el lado de la misericordia. Sus prohibiciones son una segura garantía de la felicidad en la obediencia. Cuando se la recibe en Cristo, obra en nosotros la pureza de carácter que nos proporcionará gozo a través de edades eternas. Para el obediente es una muralla de protección. Contemplamos en ella la bondad de Dios, quien revelándoles a los hombres los principios inmutables de justicia, procura escudarlos de los males que resultan de la transgresión
(Nuestra elevada vocación, p. 139).
Podemos guardar la ley solo apropiándonos de la justicia de Cristo. Cristo dice: “Separados de mí nada podéis hacer” Juan 15:5. Cuando recibimos el don celestial, la justicia de Cristo, encontraremos que se ha provisto para nosotros la gracia de Cristo, y que los recursos humanos son impotentes. Jesús dio el Espíritu Santo en medida abundante para las grandes emergencias, para ayudarnos en nuestras debilidades, para darnos fuerte consolación, para iluminar nuestras mentes, y para purificar y ennoblecer nuestros corazones. Cristo llega a ser para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención.
Del principio al fin de la vida del cristiano no se puede dar un paso con éxito sin Cristo. Él envió su Espíritu para estar con nosotros constantemente, y si confiamos en Cristo hasta lo sumo, entregándole nuestra voluntad, podremos seguirlo por dondequiera que vaya
(Reflejemos a Jesus, p. 95).
El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede él también vencer. Con la Palabra de Dios, Cristo rechazó las tentaciones de Satanás. Confiando en las promesas de Dios, recibió poder para obedecer sus mandamientos, y el tentador no obtuvo ventaja alguna. A cada tentación Cristo contestaba: “Escrito está”. A nosotros también nos ha dado Dios su Palabra para que resistamos al mal. Grandísimas y preciosas son las promesas recibidas, para que seamos “hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia”. 2 Pedro 1:4
Encareced al tentado a que no mire a las circunstancias, a su propia flaqueza, ni a la fuerza de la tentación, sino al poder de la Palabra de Dios, cuya fuerza es toda nuestra. “En mi corazón —dice el salmista— he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. “Por la palabra de tus labios yo me he guardado de las vías del destructor”. Salmo 119:11; 17:4 (El ministerio de curación, p. 136).
Lunes 19 de febrero
Apenas los miembros de la familia humana han empezado a vivir, cuando comienzan a morir, y la labor incesante del mundo termina en la nada a menos que se obtenga un verdadero conocimiento respecto a la vida eterna. El hombre que aprecia el tiempo como su día de trabajo, se preparará para una mansión y una vida inmortales. Vale la pena que él haya nacido.
Se nos amonesta a redimir el tiempo. Pero el tiempo desperdiciado no puede recuperarse jamás. No podemos hacer retroceder ni un solo momento. La única manera en la cual podemos redimir nuestro tiempo es aprovechando lo más posible el que nos queda, colaborando con Dios en su gran plan de redención…
Cada momento está cargado de consecuencias eternas. Hemos de ser soldados de emergencia, listos para entrar en acción al instante de recibir el aviso. La oportunidad que se nos ofrece hoy de hablar a algún alma necesitada de la Palabra de vida, puede no volver jamás. Puede ser que Dios diga a esa persona: “Esta noche vuelven a pedir tu alma” (Lucas 12:20), y a causa de nuestra negligencia no se halle lista. En el gran día del juicio, ¿cómo rendiremos cuenta de ello a Dios?
(El ministerio de curación, pp. 277, 278).
La obra de nuestra vida aquí debe consistir en prepararnos para la eternidad. No sabemos cuán pronto puede terminar la obra de nuestra vida, y cuán esencial es que nuestra naturaleza baja y pecaminosa sea vencida, y que recibamos la imagen de Cristo. No tenemos tiempo que perder. Necesitamos prepararnos cada día para la eternidad. Se nos concede tiempo en esta vida para buscar la dádiva de la vida eterna. Dios nos ha concedido un tiempo de prueba, y si vivimos nuestros setenta años, ¡cuán corto es este período para obrar nuestra salvación! Comparemos entonces este lapso con la vida que se equipara con la de Dios. Nuestro corto tiempo de prueba puede terminar en cualquier momento. Entonces, cuán fervientes deberíamos ser a fin de asegurarnos un título indiscutible para un hogar en la tierra nueva…
Mi inquietud consiste en hacer la obra que el Maestro me ha confiado y que nada me aparte de ella… Debemos tratar de ser uno con Dios. Su interés debe ser el nuestro, como asimismo sus sentimientos y sus designios. Conocemos el amor de Dios por los pecadores y el infinito sacrificio que se ha hecho para salvar a las almas que perecen; entonces, unámonos con Cristo en esta gran obra
(Cada día con Dios, p. 115).
Cristo no abandonará al alma por la cual murió. Ella puede dejarlo a él y ser vencida por la tentación; pero nunca puede apartarse Cristo de uno a quien compró con su propia vida…
Vivamos en contacto con el Cristo vivo, y él nos asirá firmemente con una mano que nos guardará para siempre. Creamos en el amor con que Dios nos ama, y estaremos seguros; este amor es una fortaleza inexpugnable contra todos los engaños y ataques de Satanás. “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado”. Proverbios 18:10 (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 100, 101).
Martes 20 de febrero
Espaciarse en la belleza, la bondad, la misericordia y el amor de Jesús fortalece las facultades mentales y morales; y entre tanto que la mente se ejercita para hacer las obras de Cristo, para llegar a ser hijos obedientes, habitualmente preguntaréis: ¿Es este el camino del Señor? ¿Se agradará Jesús con que yo haga esto? Este proceder ¿será para agradarme a mí mismo o para agradar a Jesús?
Entonces cada alma recordará las palabras del Señor: “Pusiste … nuestros yerros a la luz de tu rostro”. Muchos necesitan efectuar un cambio radical en la tendencia de sus pensamientos y acciones, si desean agradar a Jesús. Nuestros pecados rara vez nos parecen tan terribles como lo son a la vista de Dios. Muchos se han habituado a seguir una senda de pecado, y sus corazones se endurecen bajo la influencia del poder de Satanás. Sus pensamientos son cautivados por la mala influencia de este. Pero cuando con la fortaleza y gracia de Dios se oponen con la voluntad a las tentaciones de Satanás, se aclara su mente; el corazón y la conciencia, al ser influidos por el Espíritu de Dios, se hacen sensibles, y entonces el pecado aparece tal como es excesivamente pecaminoso. Entonces es cuando realmente ven y comprenden los pecados secretos. Confiesan sus pecados a Dios, se arrepienten de ellos y se avergüenzan del pecado … Él los quita de “la luz de [su] rostro” y los pone a sus espaldas
(Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1168).
Cuando [a José] se lo tentó para que se desviara de la senda recta, para que violara la ley de Dios y traicionara a su amo, resistió firmemente y dio evidencias del poder elevador del temor de Dios en la respuesta que dio a la esposa de su señor…
Aquí tenemos un ejemplo para todas las generaciones de creyentes que habrían de vivir sobre la tierra. Aunque estén expuestos a la tentación debieran saber que hay una defensa al alcance de la mano, y que si finalmente no reciben protección será por su propia culpa. Dios será un pronto auxilio y su Espíritu será un escudo. Aunque estén rodeados de las más terribles tentaciones hay una fuente de fortaleza a la cual pueden recurrir para resistirlas…
José sufrió entonces porque no quiso claudicar. Había puesto su reputación y sus intereses en las manos de Dios. Y aunque se permitió que fuera afligido por cierto tiempo, para prepararlo con el fin de que ocupara un puesto importante, el Señor protegió esa reputación que había sido ensombrecida por una malvada acusadora, y más tarde, a su debido tiempo, permitió que aquélla resplandeciera. Dios usó incluso de la prisión como un camino que lo conduciría a su elevación. La virtud proporcionará a su debido tiempo su propia recompensa. El escudo que protegía el corazón de este joven era el temor de Dios, que lo indujo a ser fiel y justo con su amo, y leal a su Señor (La historia de la redención, pp. 103-105).
Miércoles 21 de febrero
Los ángeles están dedicados noche y día en el servicio de Dios para elevación del hombre de acuerdo con el plan de salvación. Se requiere del hombre que ame a Dios supremamente; es decir, con toda su fuerza, mente y corazón, y a su prójimo como a sí mismo. Esto no lo puede hacer a menos que se niegue a sí mismo. Dijo Cristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24 …
Escudriñemos cuidadosamente y veamos si la verdad que hemos aceptado ha llegado a ser un firme principio para nosotros. ¿Llevamos a Cristo con nosotros cuando salimos de la cámara de oración? ¿Está nuestra religión de guardia a la puerta de nuestros labios? ¿Se siente nuestro corazón atraído con simpatía y amor por los demás fuera de los de nuestra propia familia? ¿Estamos tratando diligentemente de obtener una comprensión más clara de la verdad bíblica para que podamos dejar resplandecer nuestra luz en los demás? ¿Podemos contestar estas preguntas en nuestras propias almas? Sea nuestra conversación sazonada con gracia y revele nuestra conducta elevación cristiana
(Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 512, 513).
Hay quienes siempre presentan excusas por andar de acuerdo con los consejos del enemigo. Hay quienes piensan que porque padecen una debilidad física, tienen el privilegio de pronunciar palabras mezquinas y actuar de manera antipática. Pero, ¿acaso no ha hecho provisión Jesús para que los tales venzan la tentación? ¿Han de ser desagradecidos e impíos por causa de las pruebas y las aflicciones? ¿No son acaso los rayos de la justicia de Cristo lo suficientemente luminosos como para disipar las sombras de Satanás?
Se afirma que la gracia de Dios es suficiente para contrarrestar todos los males y las pruebas contra los cuales tienen que luchar los seres humanos… .
¡Oh, cuán precioso es Jesús para el alma que confía en el! Pero muchos andan en tinieblas porque sepultan su fe en las sombras de Satanás. No han hecho lo que podían hacer por medio de la gracia de Jesús. No hablan acerca de la fe, la esperanza y el valor. Jamás deberíamos permitirle a Satanás que crea que su poder para perturbar y molestar es mayor que el poder de Cristo para sostener y fortalecer
(Cada día con Dios, p. 175).
Dios manda que llenemos la mente con pensamientos grandes y puros. Desea que meditemos en su amor y misericordia, que estudiemos su obra maravillosa en el gran plan de la redención. Entonces podremos comprender la verdad con claridad cada vez mayor, nuestro deseo de pureza de corazón y claridad de pensamiento será más elevado y más santo. El alma que mora en la atmósfera pura de los pensamientos santos, será transformada por la comunión con Dios por medio del estudio de las Escrituras…
La vida espiritual se fortalece con el conflicto. Las pruebas, cuando se las sobrelleva bien, desarrollan la firmeza de carácter y las preciosas gracias espirituales. El fruto perfecto de la fe, la mansedumbre y el amor, a menudo maduran mejor entre las nubes tormentosas y la oscuridad (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 39-41).
Jueves 22 de febrero
Cristo se ha comprometido a ser nuestro sustituto y seguridad, y no rechaza a nadie. Hay un fondo inagotable de obediencia perfecta que surge de su obediencia. En el cielo sus méritos, abnegación y sacrificio propio, se atesoran como incienso que se ofrece juntamente con las oraciones de su pueblo. Cuando las sinceras y humildes oraciones de los pecadores ascienden al trono de Dios, Cristo mezcla con ellas los méritos de su propia vida de perfecta obediencia. Nuestras oraciones resultan fragantes gracias a este incienso. Cristo se ha comprometido a interceder en nuestro favor, y el Padre siempre oye al Hijo.
Este es el misterio de la piedad. Que Cristo haya tomado la naturaleza humana, y que por una vida de humillación eleve al hombre en la escala del valor moral junto a Dios; que pueda llevar la naturaleza que adoptó junto al trono de Dios, y que allí presente a sus hijos al Padre, confiriéndoles un honor que excede al que les ha otorgado a los ángeles, es la maravilla del universo celestial, el misterio que los ángeles desean contemplar. Este es el amor que quebranta el corazón del pecador
(Hijos e hijas de Dios, p. 24).
Como la rama depende del tronco principal para su crecimiento y fructificación, así también vosotros necesitáis el auxilio de Cristo para poder vivir una vida santa. Fuera de él no tenéis vida. No hay poder en vosotros para resistir la tentación o para crecer en la gracia o en la santidad. Morando en El, podéis florecer. Recibiendo vuestra vida de él, no os marchitaréis ni seréis estériles. Seréis como el árbol plantado junto a arroyos de aguas.
Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra solos. Confiaron en Cristo para obtener el perdón de sus pecados, pero ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos. Mas todo esfuerzo tal fracasará. El Señor Jesús dice: “Porque separados de mí nada podéis hacer”. Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo. Solo estando en comunión con él diariamente y permaneciendo en Él cada hora es como hemos de crecer en la gracia. Él no es solamente el autor de nuestra fe sino también su consumador. Ocupa el primer lugar, el último y todo otro lugar. Estará con nosotros, no solo al principio y al fin de nuestra carrera, sino en cada paso del camino. David dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque estando él a mi diestra, no resbalaré”. Salmo 16:8
(El camino a Cristo, p. 69).
Dios desea que el hombre sea feliz, y por esto le dio los preceptos de su ley, para que al obedecerlos pueda tener gozo en el hogar y fuera de él. Mientras conserve su integridad moral, sea fiel a los principios y controle todos sus poderes no puede ser desdichado. Con sus zarcillos aferrados a Dios, el corazón estará lleno de paz y gozo, y el alma florecerá en medio de la incredulidad y la depravación (Reflejemos a Jesús, p. 297).
Viernes 23 de febrero
La maravillosa gracia de Dios, 29 de mayo, “El eterno compromiso de Dios”, p. 157;
Cada día con Dios, 30 de mayo, “Punto de vista”, p. 157.