Enséñanos a orar
La oración diaria es algo esencial para el crecimiento en la gracia, aun para la vida espiritual misma, como lo es el alimento temporal para el bienestar físico. Debemos acostumbrarnos a elevar los pensamientos a menudo a Dios en oración. Si la mente vagabundea, debemos volverla de nuevo; por un esfuerzo perseverante, el hábito por fin se impone como algo fácil. No podemos, por un solo momento, separarnos de Cristo con seguridad. Podemos tener su presencia para asistirnos en cada uno de nuestros pasos, pero únicamente al observar las condiciones que él mismo ha establecido.
La religión debe convertirse en la gran ocupación de la vida. Cualquier otra cosa debe ser considerada como subordinada. Todas nuestras facultades, nuestra alma, cuerpo y espíritu, deben empeñarse en la guerra cristiana. Debemos mirar a Cristo para obtener fortaleza y gracia, y ganaremos la victoria tan seguramente como lo hizo Jesús por nosotros
(La edificación del carácter, p. 92).
Cristo vino al mundo para salvarlo, para vincular al hombre caído con el Dios infinito. Los seguidores de Cristo han de ser canales de luz. Manteniendo su comunión con Dios, han de transmitir las preciosas bendiciones que reciben del cielo a los que yacen en las tinieblas y el error. Enoc no se dejó contaminar con las iniquidades que prevalecían en sus días; ¿y acaso necesitamos nosotros dejarnos contaminar en los nuestros? Siguiendo el ejemplo de nuestro Maestro, hemos de tener compasión por la humanidad que sufre, piedad por los desafortunados, y mostrarnos generosos y considerados con los sentimientos y necesidades de los menesterosos, y los que están turbados y desesperados.
Los que son cristianos de veras buscarán hacer el bien a los demás y al mismo tiempo pondrán de tal manera en orden su conversación y comportamiento que mantendrán una serena y bendecida actitud de paz mental. La Palabra de Dios requiere que seamos como nuestro Salvador, que reflejemos su imagen, imitemos su ejemplo, y vivamos su vida. El egoísmo y la mundanalidad no son frutos del árbol cristiano. Ningún hombre puede vivir para sí y a la vez disfrutar de la aprobación de Dios
(Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 106).
Las tentaciones a las que estamos expuestos diariamente hacen de la oración una necesidad. Para que el poder de Dios pueda guardarnos por la fe, los deseos de la mente deberían ascender continuamente en oración silenciosa pidiendo ayuda, luz, fuerza y sabiduría…
Debemos vivir una vida de doble aspecto. Debe ser una vida de meditación y acción, de oración silenciosa y de trabajo honesto… El alma que se vuelve a Dios en busca de fuerza, apoyo y poder mediante la oración diaria y sincera tendrá nobles aspiraciones, claras percepciones de la verdad y el deber, elevados propósitos de acción y un hambre y una sed de justicia continuas. Al mantener la unión con Dios seremos capaces de difundir a otros, mediante nuestras relaciones con ellos, la luz, la paz, y la serenidad que gobiernan nuestro corazón y seremos para ellos un ejemplo de fidelidad inquebrantable a los intereses de la obra en la que participamos (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 450, 451).
Domingo 7 de enero
En la Palabra de Dios contemplamos el poder que estableció los fundamentos de la tierra y que extendió los cielos. Únicamente en ella podemos hallar una historia de nuestra raza que no esté contaminada por el prejuicio o el orgullo humanos. En ella se registran las luchas, las derrotas y las victorias de los mayores hombres que el mundo haya conocido jamás. En ella se desarrollan los grandes problemas del deber y del destino. Se levanta la cortina que separa el mundo visible del mundo invisible, y presenciamos el conflicto de las fuerzas encontradas del bien y del mal, desde la primera entrada del pecado hasta el triunfo final de la rectitud y de la verdad; y todo ello no es sino una revelación del carácter de Dios.
En la contemplación reverente de las verdades presentadas en su Palabra, la mente… entra en comunión con la Mente infinita. Un estudio tal no solo purifica y ennoblece el carácter, sino que inevitablemente amplía y fortalece las facultades mentales
(Reflejemos a Jesús, p. 107).
Desde el tiempo en que los padres de Jesús le encontraron en el templo, su conducta fue un misterio para ellos. No quería entrar en controversia; y, sin embargo, su ejemplo era una lección constante. Parecía puesto aparte. Hallaba sus horas de felicidad cuando estaba a solas con la naturaleza y con Dios. Siempre que podía, se apartaba del escenario de su trabajo, para ir a los campos a meditar en los verdes valles, para estar en comunión con Dios en la ladera de la montaña, o entre los árboles del bosque. La madrugada le encontraba con frecuencia en algún lugar aislado, meditando, escudriñando las Escrituras, u orando. De estas horas de quietud, volvía a su casa para reanudar sus deberes y para dar un ejemplo de trabajo paciente
(El Deseado de todas las gentes, p. 69).
Corremos constantemente el peligro de creer que nos bastamos a nosotros mismos, de confiar en nuestra propia sabiduría y no hacer de Dios nuestra fortaleza. Nada perturba tanto a Satanás como nuestro conocimiento de sus designios. Si sentimos nuestro peligro, sentiremos nuestra necesidad de orar, como la sintió Nehemías, y como él obtendremos esa sólida defensa que nos dará seguridad en el peligro. Si somos negligentes e indiferentes, seremos ciertamente vencidos por los designios de Satanás. Debemos ser vigilantes. Aunque, como Nehemías, recurramos a la oración, llevando todas nuestras perplejidades y cargas a Dios, no debemos creer que no tenemos nada que hacer. Debemos velar y orar (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 627).
Lunes 8 de enero
El cielo se acerca a la tierra por esa escalera mística, cuya base está firmamente plantada en la tierra, mientras que su parte superior llega al trono del Infinito. Los ángeles están constantemente ascendiendo y descendiendo por esta escalera de deslumbrante resplandor, llevando las oraciones de los menesterosos y angustiados al Padre celestial, y trayendo bendición y esperanza, valor y ayuda, a los hijos de los hombres. Esos ángeles de luz crean una atmósfera celestial en derredor del alma, elevándonos hacia lo invisible y eterno. No podemos contemplar sus formas con nuestra vista natural; solamente mediante una visión espiritual podemos discernir las cosas celestiales. Solamente el oído espiritual puede oír la armonía de las voces celestiales.
“El ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los defiende”. Salmo 34:7. Dios envía a sus ángeles a salvar a sus escogidos de la calamidad, a protegerlos de “pestilencia que ande en obscuridad”, y de “mortandad que en medio del día destruya”. Salmo 91:6. Repetidas veces los ángeles han hablado con los hombres como un hombre habla con su amigo, y los han guiado a lugares seguros. Vez tras vez las palabras alentadoras de los ángeles han renovado los espíritus abatidos de los fieles, elevando sus mentes por encima de las cosas de la tierra, y los han inducido a contemplar por la fe las ropas blancas, las coronas y las palmas de victoria, que los vencedores recibirán cuando circunden el gran trono blanco.
La obra de los ángeles consiste en acercarse a los probados, dolientes o tentados. Trabajan incansablemente en favor de aquellos por quienes Cristo murió
(Los hechos de los apóstoles, pp. 123, 124).
La fe que fortaleció a Habacuc y a todos los santos y justos de aquellos tiempos de prueba intensa, era la misma fe que sostiene al pueblo de Dios hoy. En las horas más sombrías, en las circunstancias más amedrentadoras, el creyente puede afirmar su alma en la fuente de toda luz y poder. Día tras día, por la fe en Dios, puede renovar su esperanza y valor. “El justo en su fe vivirá”. Al servir a Dios, no hay por qué experimentar abatimiento, vacilación o temor. El Señor hará más que cumplir las más altas expectativas de aquellos que ponen su confianza en él. Les dará la sabiduría que exigen sus variadas necesidades.
Acerca de la abundante provisión hecha para toda alma tentada, el apóstol Pablo da un testimonio elocuente. Le fue asegurado divinamente: “Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona”. Con gratitud y confianza, el probado siervo de Dios contestó: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo. Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso”. 2 Corintios 12:9, 10
(Profetas y reyes, pp. 285, 286).
Tremendas pruebas aguardan al pueblo de Dios. El espíritu de la guerra está conmoviendo a las naciones de un cabo al otro del mundo. Pero el pueblo de Dios permanecerá incólume en medio del tiempo de angustia que está por venir, un tiempo de angustia sin parangón en el mundo. Satanás y sus ángeles no pueden destruirlo, porque está protegido por ángeles de poder superior (Mensajes selectos, t. 2, p. 63).
Martes 9 de enero
Se me reveló que el poder de Satanás se ejerce especialmente sobre los hijos de Dios. Muchos me fueron presentados en condición de duda y desesperación. Las enfermedades del cuerpo afectan la mente. Un enemigo astuto y poderoso acompaña nuestros pasos, y dedica su fuerza y habilidad a tratar de apartarnos del camino recto. Y demasiado a menudo sucede que los hijos de Dios no están en guardia y por lo tanto ignoran sus designios. Satanás obra por los medios que mejor le permiten ocultarse, y a menudo alcanza su objeto
(Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 274).
Debemos apreciar y cultivar la fe acerca de la cual testificaron los profetas y los apóstoles, la fe que echa mano de las promesas de Dios y aguarda la liberación que ha de venir en el tiempo y de la manera que él señaló. La segura palabra profética tendrá su cumplimiento final en el glorioso advenimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, como Rey de reyes y Señor de señores. El tiempo de espera puede parecer largo; el alma puede estar oprimida por circunstancias desalentadoras; pueden caer al lado del camino muchos de aquellos en quienes se puso confianza; pero con el profeta que procuró alentar a Judá en un tiempo de apostasía sin parangón, declaremos con confianza: “Jehová está en su santo templo: calle delante de él toda la tierra”. Habacuc 2:20. Recordemos siempre el mensaje animador: “Aunque la visión tardará aún por tiempo, mas al fin hablará, y no mentirá: aunque se tardare, espéralo, que sin duda vendrá; no tardará… Mas el justo en su fe vivirá”. Vers. 3, 4
(Profetas y reyes, p. 286).
La genuina conversión … nos enseñará a afirmar nuestra confianza en Aquel que es nuestra única esperanza. Por la conversión uniremos nuestra debilidad con la fortaleza de Dios, nuestra ignorancia con su sabiduría, nuestra indignidad con sus méritos, nuestra pobreza con sus ilimitadas riquezas, nuestro desamparo con su constante poder.
Debemos investigar la Palabra de Dios, haciéndola una parte de nosotros mismos. Un espíritu de humildad, el espíritu de Cristo, nos ayudará a conocer a Aquel que nos ha llamado a la gloria y la virtud.
Si entretejemos la verdad dentro del diario vivir, como debiéramos, avanzaríamos cada vez más alto, obteniendo una comprensión cada vez más clara de la revelación de Dios. Debiéramos ensalzarlo en cantos de alabanza. Por medio del salmista, Cristo declaró: “En medio de la congregación te alabaré”. Salmo 22:22. Su voz fue la nota tónica del universo. Su poder ilimitado, su inescrutable entendimiento, su admirable sacrificio por la raza humana nos ayuda a comprender el amor de Dios. Necesitamos individualmente tener a Cristo morando en el alma. Necesitamos abrir nuestras mentes y corazones a la morada del Espíritu de verdad. Necesitamos apreciar nuestros privilegios como poseedores de la verdad sagrada y elevadora. ¡Piensa en lo que esto significa para nosotros, herederos de Dios y coherederos con Cristo! (In Heavenly Places, p. 248; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 250).
Miércoles 10 de enero
Las pruebas que ponen a prueba nuestra fe de manera tan severa y hacen que pensemos que Dios se ha olvidado de nosotros están diseñadas para acercarnos cada vez más a Cristos, para que podamos depositar todas nuestras cargas a sus pies y sintamos la paz que él nos da a cambio… Cuando se rinda completamente a Dios; cuando, quebrantado, se abandone a Jesús; recibirá como recompensa la victoria y el gozo que nunca antes habrá experimentado. Mientras eche una clara mirada hacia el pasado, verá que en el momento en que para usted la vida era una paradoja y una carga, Jesús mismo estaba a su lado, queriendo llevarle a la luz. El Padre estaba junto a usted, forjándolo con un amor indecible, afligiéndolo por su bien, como el orfebre refina el oro. Cuando creyó que estaba abandonado, él estuvo junto a usted para consolarlo y sostenerlo. Pocas veces vemos a Jesús tal como es; y nunca estamos tan dispuestos a aceptar su ayuda como él a dárnosla
(Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 217, 218).
Todo el capítulo 54 de Isaías es aplicable al pueblo de Dios, y se cumplirá cada especificación de la profecía. El Señor no abandonará a su pueblo en el tiempo de su prueba. Él dice: “Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor”… [Esta] promesa es para los que, en medio de la apostasía general, guardan los mandamientos de Dios y ensalzan la norma moral ante los ojos del mundo que ha abandonado la ley y ha quebrantado el pacto eterno
(Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 4, pp. 1169, 1170).
A veces, una profunda sensación de nuestra indignidad hará estremecer de terror al ser, pero esto no es evidencia de que Dios haya cambiado para con nosotros o nosotros para con Dios. No se debería hacer ningún esfuerzo para ajustar la mente a cierta intensidad de emoción. No podemos sentir hoy la paz y el gozo que sentíamos ayer; pero deberíamos asirnos por la fe de la mano de Cristo y confiar en él tan plenamente en la oscuridad como en la luz.
Quizá Satanás susurre: “Eres demasiado pecador para que Cristo te salve”. Al par de reconocer que son ciertamente pecadores e indignos, pueden hacer frente al tentador exclamando: “Por la virtud de la expiación reclamo a Cristo mi Salvador. No confío en mis propios méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me limpia. En este momento hago depender mi ser impotente de Cristo”. La vida cristiana debe ser una vida de fe constante y viva. Una confianza inflexible, una firme dependencia de Cristo, proporcionarán paz y seguridad al espíritu (Mensajes para los jóvenes, p. 77).
Jueves 11 de enero
Jesús es nuestra única esperanza. Podemos contemplarlo: Es nuestro Salvador. Podemos confiar en su palabra y depender de él. Sabe exactamente qué clase de ayuda necesitamos, y podemos confiar seguramente en él. Si dependemos únicamente de la sabiduría humana para conducirnos, nos hallaremos en el bando de los perdedores. Pero podemos acudir directamente al Señor Jesús, pues él ha dicho: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Tenemos el privilegio de aprender de [él]
(Testimonios para los ministros, p. 486).
Nuestro Señor Jesucristo vino a este mundo como siervo para suplir incansablemente la necesidad del hombre. “El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:17), para atender a todo menester humano. Vino para quitar la carga de enfermedad, miseria y pecado. Era su misión ofrecer a los hombres completa restauración; vino para darles salud, paz y perfección de carácter.
Variadas eran las circunstancias y necesidades de los que suplicaban su ayuda, y ninguno de los que a él acudían quedaba sin socorro. De él fluía un caudal de poder curativo que sanaba de cuerpo, espíritu y alma a los hombres
(El ministerio de curación, p. 11).
Los ángeles del cielo… están al lado de todos aquellos que prestan servicio a Dios ministrando a sus semejantes. Y tenéis la cooperación de Cristo mismo. Él es el restaurador, y mientras trabajéis bajo su dirección, veréis grandes resultados…
Cristo está tratando de elevar a todos aquellos que quieran ser elevados a un compañerismo consigo, para que podamos ser uno con él, como él es uno con el Padre. Nos permite llegar a relacionarnos con el sufrimiento y la calamidad a fin de sacarnos de nuestro egoísmo; trata de desarrollar en nosotros los atributos de su carácter: la compasión, la ternura y el amor. Aceptando esta obra de ministración, nos colocamos en su escuela, a fin de ser hechos idóneos para las cortes de Dios…
“Si guardares mi ordenanza —declara el Señor—, entre estos que aquí están te daré plaza”, Zacarías 3:7. aun entre los ángeles que rodean su trono. Cooperando con los seres celestiales en su obra en la tierra, nos estamos preparando para su compañía en el cielo. Los “espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salud” (Hebreos 1:14), los ángeles del cielo, darán la bienvenida a aquel que en la tierra vivió no “para ser servido, sino para servir” (Matthew 20:28) (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 320, 321).
Viernes 12 de enero
La edificación del carácter, “El tiempo de prueba”, pp. 9-11;
Cada día con Dios, 3 de noviembre, “Cristianos resplandecientes”, p. 314