Ester y Mardoqueo
Uno de los relatos más inspiradores de la Biblia, un relato de “ministerio transcultural”, se encuentra en el libro de Ester. Por milenios se ha escrito mucho sobre este libro, y hasta el día de hoy muchos judíos celebran la fiesta de Purim, basada en Ester 9:26 al 31.
Ester y su pariente Mardoqueo eran judíos que vivían en la capital del Imperio Persa, Susa. Por alguna razón, a diferencia de otros judíos que habían regresado a Judá, ellos, junto con otros, se quedaron en la tierra de su cautiverio.
Entonces, por una serie de providencias, Ester se convierte en reina. “Y el rey amó a Ester más que a todas las mujeres, y halló más gracia y más favor ante él que todas las doncellas; y puso la corona real en su cabeza y la declaró reina en lugar de Vasti” (Est. 2:17).
En esa función, Ester, aunque a regañadientes, pudo desempeñar un papel importante en la historia bíblica. A su manera, esta historia muestra cómo el pueblo de Dios, incluso en entornos extranjeros, puede dar testimonio de la verdad.
Si tienes tiempo, lee (u ojea) el libro de Ester para el estudio de esta semana.
Sábado 16 de diciembre
Gracias al favor con que los miraba Ciro, casi cincuenta mil de los hijos del cautiverio se habían valido del decreto que les permitía regresar. Sin embargo, representaban tan solo un residuo en comparación con los centenares de miles que estaban dispersos en las provincias de Medo-Persia. La gran mayoría de los israelitas había preferido quedar en la tierra de su destierro, antes que arrostrar las penurias del regreso y del restablecimiento de sus ciudades y casas desoladas.
Habían transcurrido veinte años o más cuando un segundo decreto, tan favorable como el primero, fue promulgado por Darío Histaspes, el monarca de aquel entonces. Así proveyó Dios en su misericordia otra oportunidad para que los judíos del reino medo-persa regresaran a la tierra de sus padres. El Señor preveía los tiempos dificultosos que iban a seguir durante el reinado de Jerjes, el Asuero del libro de Ester, y no solo obró un cambio en los sentimientos de los hombres que ejercían autoridad, sino que inspiró también a Zacarías para que instase a los desterrados a que regresasen
(Profetas y reyes, p. 440).
Los cristianos son joyas de Cristo. Existen para resplandecer brillantemente por él, prodigando la luz de su belleza. Su esplendor depende del pulimiento que reciben. Pueden elegir ser bruñidos o permanecer sin serlo. Pero todo aquel que es declarado digno de un lugar en el templo del Señor tiene que someterse al proceso refinador. Sin el pulimiento que el Señor da, no pueden reflejar más luz que la de un guijarro común…
El Obrero divino gasta poco tiempo en material inútil. Únicamente pule las joyas preciosas, según la semejanza de un palacio, labrando con ahínco todos los cantos ásperos. Este proceso es severo y penoso; hiere el orgullo humano. Cristo corta profundamente en la experiencia que el hombre en su suficiencia propia ha considerado como completa, y elimina el ensoberbecimiento del carácter. Desbasta con empeño la superficie sobrante, y poniendo la piedra en la rueda pulidora, la aprieta estrechamente para que toda aspereza pueda ser consumida. Entonces, llevando la joya hasta la luz, el Maestro ve en ella un reflejo de sí mismo y la declara digna de [ocupar] un lugar en su cofre.
“En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré… y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí, dice Jehová de los ejércitos”. Hageo 2:23. Bendita sea la experiencia, por severa que sea, que da nuevo valor a la piedra, y la hace brillar con vivo fulgor
(En los lugares celestiales, p. 269).
En su gran amor, Dios procura desarrollar en nosotros las gracias preciosas de su Espíritu. Permite que hallemos obstáculos, persecución y opresiones, pero no como una maldición, sino como la bendición más grande de nuestra vida. Cada tentación resistida, cada aflicción sobrellevada valientemente, nos da nueva experiencia y nos hace progresar en la tarea de edificar nuestro carácter. El alma que resiste la tentación mediante el poder divino revela al mundo y al universo celestial la eficacia de la gracia de Cristo (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 99, 100).
Nunca es fácil abandonar la patria por una cultura extranjera. Quizás hoy nos resulte difícil comprender lo que tuvieron que afrontar los judíos: primero, bajo el dominio de los babilonios; y luego, bajo los persas.
Ninguno de nosotros, por ejemplo, vive en un país adventista donde los principios de nuestra fe sean, en alguna medida, la ley del país. Pero, antes de ser deportado, el pueblo judío vivía en su propio país, donde los principios de su fe también estaban consagrados en la ley nacional. Por un lado, piensa en lo fácil que debió haber sido ser fiel a Dios. Después de todo, ¿cuánto más fácil sería guardar el sábado si su observancia estuviera consagrada en los códigos legales de la nación?
Por otra parte, la historia sagrada nos ha mostrado que cualesquiera que sean los decretos terrenales, aunque sean favorables a la fe, la fidelidad debe provenir del corazón, desde adentro. De lo contrario, el pecado, la apostasía y la ruina seguramente vendrán como resultado.
“Dice, pues, el Señor: ‘Este pueblo se me acerca con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor hacia mí fue enseñado por mandato de hombres’ ” (Isa. 29:13).
En cambio, para quienes están decididos a ser fieles, ni siquiera el entorno más desfavorable puede apartarlos de la obediencia.
Sin importar quiénes seamos o dónde vivamos, estamos inmersos en un entorno que, hasta cierto punto, ya sea por las propias leyes o por la cultura, o por ambas cosas, puede suponer un gran desafío para nuestra fe y nuestro testimonio. Estos relatos de Daniel, aunque siempre tienen un final “feliz”, revelan que aun en circunstancias difíciles la gente puede permanecer fiel a Dios. Y, por más que ninguno de estos relatos hubiera acabado bien, no cabe duda de que estos hombres hicieron lo correcto.
Domingo 17 de diciembre
Dios prueba a su pueblo en este mundo. Aquí se prepara para comparecer ante su presencia. Aquí, en este mundo, en estos últimos días, cada uno revelará qué poder gobierna su corazón y controla sus acciones. Si es el poder de la verdad divina, conducirá a buenas obras. Elevará el alma, y lo tornará noble de corazón y generoso, como su divino Señor…
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso. Los profesores de religión [a menudo] no están dispuestos a auto examinarse de cerca para comprobar si permanecen fieles, y es un hecho temible que muchos se apoyan en una falsa esperanza. Algunos se apoyan sobre una experiencia antigua, que tuvieron hace años; pero cuando se encuentran en este tiempo de examen del corazón, cuando todos deberían tener una experiencia diaria, no tienen nada que relatar. Parecen pensar que una profesión de la verdad los salvará. Cuando esos pecados que Dios odia sean subyugados, Jesús vendrá y cenará con él, y él con Jesús. Entonces se obtendrá la fuerza divina de Jesús, y crecerá en él, y podrá decir con santo triunfo: Bendito sea Dios que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo
(Spiritual Gifts, t. 2, pp. 225, 226).
[Todos] debieran permanecer en tal lugar que sus corazones fueran plenamente del Señor; donde honren a Dios con su fortaleza. El Señor los honrará entonces dándoles conocimiento y sabiduría. Así obró Daniel en las cortes de Babilonia, permaneciendo fiel a los principios en medio de la corrupción de los paganos. “Y Daniel propuso en su corazón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el vino de su beber”.
Daniel y sus compañeros no sabían cuál sería el resultado de su decisión; no sabían si les costaría la vida; pero se propusieron mantener el camino derecho de la estricta templanza aun cuando estuvieran en las cortes de la licenciosa Babilonia.
Por el ejemplo de Daniel y sus compañeros en Babilonia, vemos que es imposible alcanzar la norma que el Señor quiere que logren sus hijos, y practicar a la vez una religión fácil y acomodaticia, que ponga los principios a un lado y se deje dirigir por las circunstancias
(Sons and Daughters of God, p. 174; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 176).
Cristo les dijo a sus discípulos que en el mundo tendrían aflicción; que serían llevados a la presencia de reyes y gobernantes por causa de él; que serían gravemente calumniados; y encima, los que les quitaran la vida, creerían estar sirviendo a Dios. Así que en el transcurso de los siglos, todos los que han vivido vidas consagradas a Dios, han sufrido persecución de una u otra manera (ver Juan 16:33; Mateo 5:10-11; 10:10; Mateo 24:8-10; Lucas 21:12-17; Juan 16:2; 2 Timoteo 3:12). Los fieles hijos de Dios han tenido que soportar todo tipo de burlas, acoso y crueldades que Satanás ha podido inducir en las mentes de mucha gente.
Y hoy el mundo sigue oponiéndose a la religión genuina tal como lo viene haciendo desde siempre…
El espíritu de persecución resurge vez tras vez… contra los fieles, que no transigen con el mundo, ni se dejan influir por las ideas dominantes, ni tampoco por el apoyo o por la oposición de nadie (Mi vida hoy, p. 73).
Finalmente, tras la caída de Babilonia y el ascenso de Medopersia, muchos de los judíos regresaron a sus tierras ancestrales. Pero no todos volvieron. Algunos se quedaron donde habían estado viviendo durante una o más generaciones.
Con estos antecedentes en mente, tenemos un fragmento del contexto de la historia de Ester. “En esos días Asuero reinaba desde su trono real que estaba en Susa, la capital” (Est. 1:2). Aquí es donde se desarrolla la narración bíblica, el Imperio Persa, bajo este rey.
En el capítulo 1, la reina Vasti cae en desgracia ante el rey, lo que lo lleva a buscar otra reina; una que sustituyera a la ahora desfavorecida Vasti. En este contexto, aparecen por primera vez Ester y su primo, Mardoqueo.
Parece que Mardoqueo, como funcionario de la realeza, estaba sentado a la puerta del palacio y residía en la ciudad de Susa con Ester, su hija adoptiva, o prima. Debido a su posición y al lugar en que vivían, estaban inmersos en la cultura persa. Esta debe ser, al menos en parte, la razón por la que eligieron a Ester para presentarla ante el rey: “Ester fue llevada a la casa del rey, al cuidado de Hegai, guarda de las mujeres” (Est. 2:8).
Aunque el texto no dice exactamente por qué, no es difícil adivinarlo. Como extranjeros en una cultura y una religión extrañas que, como veremos, podían ser hostiles, fueron prudentes al guardar silencio sobre su familia y su pueblo.
Lunes 18 de diciembre
Cuando llegó [la] orden del rey, Vasti no la obedeció porque sabía que se había bebido mucho vino, y que Asuero estaba bajo su influencia embriagadora. Por el bien de su esposo, así como por el de ella misma, decidió no retirarse de su puesto a la cabeza de las damas de la corte.
Hay poca duda de que el rey, una vez que hubo considerado el asunto, comprendió que Vasti merecía recibir honores y no el trato que se le había dado…
Mediante el episodio que llevó a Ester al trono medo-persa, Dios obraba para llevar adelante sus propósitos para su pueblo. Lo que se hizo bajo la influencia de mucho vino, resultó para el bien de Israel
(Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, pp. 1157, 1158).
Mediante la reina Ester, el Señor efectuó una poderosa liberación de su pueblo. Cuando parecía que no había poder humano que pudiera salvarlos, Ester y las mujeres asociadas con ella oraron, ayunaron y actuaron prestamente, y lograron la salvación de su pueblo…
Un estudio de la obra de las mujeres con relación a la causa de Dios en tiempos del Antiguo Testamento, nos enseñará lecciones que nos capacitarán para enfrentar las emergencias en nuestros días. Quizá no confrontemos una situación tan crítica ni seamos colocadas en un lugar tan prominente como le ocurrió al pueblo de Dios en los días de Ester. Sin embargo, muchas mujeres convertidas pueden realizar cosas importantes desde posiciones más humildes
(Hijas de Dios, p. 45).
Los que se mantienen en una actitud de oración podrán hablar en sazón las personas que han sido conducidas a su círculo de influencia; porque Dios les dará sabiduría mediante la cual podrán servir al Señor Jesús. “Cuando la sabiduría entrare en tu corazón y la ciencia fuere grata a tu alma, la discreción te guardará; te preservará la inteligencia”. Proverbios 2:10, 11. Abriréis vuestros labios con juicio y vuestra lengua será la ley de benevolencia
(Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 76).
Caifás, alzando la diestra hacia el cielo, se dirigió a Jesús con un juramento solemne: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, Hijo de Dios”.
Cristo no podía callar ante esta demanda. Había tiempo en que debía callar, y tiempo en que debía hablar. No habló hasta que se le interrogó directamente. Sabía que el contestar ahora aseguraría su muerte. Pero la demanda provenía de la más alta autoridad reconocida en la nación, y en el nombre del Altísimo. Cristo no podía menos que demostrar el debido respeto a la ley. Más que esto, su propia relación con el Padre había sido puesta en tela de juicio. Debía presentar claramente su carácter y su misión (El Deseado de todas las gentes, pp. 653, 654).
Al vivir en una tierra extranjera y permanecer fieles a Dios, tarde o temprano Mardoqueo y Ester iban a enfrentar problemas. Sin duda, este fue el caso de Mardoqueo.
En Ester 3, nos enteramos de que el rey Jerjes (Asuero) honró a Amán y le dio un alto cargo con plenos poderes. A todos se les dijo que debían inclinarse ante Amán. Pero leemos: “Pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba” (Est. 3:2). La Biblia no da la razón por la que Mardoqueo no se arrodilló ante este hombre; pero nosotros sabemos por qué. Él era un judío fiel. Mardoqueo no estaba dispuesto a rendir homenaje a un descendiente de Agag, un amalecita, enemigo de su pueblo desde el Éxodo (Deut. 25:19). ¿Cómo podría un judío fiel arrodillarse ante un amalecita? ¿O adorar a alguien que no fuera el Señor?
“Y los siervos del rey que estaban a la puerta preguntaron a Mardoqueo: ‘¿Por qué desobedeces la orden del rey?’ ” (Est. 3:3). Aunque no sabemos en detalle cómo respondió, el versículo siguiente dice que Mardoqueo “les había declarado que era judío” (Est. 3:4). Seguramente, en esa respuesta Mardoqueo tuvo la oportunidad de explicar que, como adorador del Dios que creó los cielos y la tierra, no podía adorar a ningún ser humano pecador. Sin duda, en cierta medida Mardoqueo pudo dar testimonio de su fe; una fe a la que se adhirió con tanta fuerza que puso en peligro a él mismo y, por desgracia, a los demás.
“A causa de Daniel y sus compañeros, y de Mardoqueo, brilló una luz resplandeciente en medio de las tinieblas morales de las cortes reales de Babilonia” (Elena de White, Advent Review and Sabbath Herald, 13 de mayo de 1884).
Cuando Amán quiso destruir al pueblo judío, la descripción que dio fue: “Hay cierto pueblo disperso y diseminado entre los pueblos de todas las provincias del reino, cuyas leyes y costumbres son diferentes de las de todos los demás. ¡No obedecen las leyes del reino, y a Su Majestad no le conviene tolerarlos!” (Est. 3:8, NVI). ¿Un pueblo cuyas costumbres son diferentes y que no obedece las leyes del rey? Una receta perfecta para la persecución.
Martes 19 de diciembre
Mediante el agageo Amán, hombre sin escrúpulos que ejercía mucha autoridad en Medo-Persia, Satanás obró en ese tiempo para contrarrestar los propósitos de Dios. Amán albergaba acerba malicia contra Mardoqueo, judío que no le había hecho ningún daño, sino que se había negado simplemente a manifestarle reverencia al punto de adorarle. No conformándose con “meter mano en solo Mardoqueo,” Amán maquinó la destrucción de “todos los Judíos que había en el reino de Asuero, al pueblo de Mardoqueo.” Ester 3:6.
Engañado por las falsas declaraciones de Amán, Jerjes fue inducido a promulgar un decreto que ordenaba la matanza de todos los judíos, “pueblo esparcido y dividido entre los pueblos en todas las provincias” del Imperio Medo-Persa. Vers. 8. Se designó un día en el cual los judíos debían ser muertos y su propiedad confiscada. Poco comprendía el rey los resultados abarcantes que habrían acompañado la ejecución completa de este decreto. Satanás mismo, instigador oculto del plan, estaba procurando quitar de la tierra a los que conservaban el conocimiento del Dios verdadero
(Profetas y reyes, pp. 441, 442).
Algunos, como Amán, olvidan todos los favores de Dios, porque Mardoqueo está delante de ellos y no es castigado; porque sus corazones están llenos de enemistad y odio, más bien que de amor, el espíritu de nuestro amado Redentor que dio su preciosa vida por sus enemigos. Profesamos tener el mismo Padre, estar dirigiéndonos a la misma patria inmortal, disfrutar de la misma solemne fe y creer el mismo mensaje de prueba; y sin embargo, muchos están en disensión unos con otros como niños rencillosos…
Los que aman a Dios no pueden abrigar odio o envidia… Si amamos a Dios de todo nuestro corazón, debemos amar también a sus hijos. Este amor es el Espíritu de Dios. Es el adorno celestial que da verdadera nobleza y dignidad al alma y asemeja nuestra vida a la del Maestro. Cualesquiera que sean las buenas cualidades que tengamos, por honorables y refinados que nos consideremos, si el alma no está bautizada con la gracia celestial del amor hacia Dios y hacia nuestros semejantes, nos falta verdadera bondad y no estamos listos para el cielo, donde todo es amor y unidad
(Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 220, 221).
El decreto que se promulgará finalmente contra el pueblo remanente de Dios será muy semejante al que promulgó Asuero contra los judíos. Hoy los enemigos de la verdadera iglesia ven en el pequeño grupo que observa el mandamiento del sábado, un Mardoqueo a la puerta…
A fin de obtener popularidad y apoyo, los legisladores cederán a la demanda por leyes dominicales. Pero los que temen a Dios no pueden aceptar una institución que viola un precepto del Decálogo. En este campo de batalla se peleará el último gran conflicto en la controversia entre la verdad y el error. Y no se nos deja en la duda en cuanto al resultado. Hoy, como en los días de Ester y Mardoqueo, el Señor vindicará su verdad y a su pueblo (Profetas y reyes, pp. 444, 445).
Cuando Mardoqueo se puso en contacto con Ester para pedirle ayuda, ella llevaba varios años casada con Asuero, pero en Persia había una ley: nadie podía acercarse al trono del rey sin invitación expresa del monarca. Cualquiera que no respetara esta regla arriesgaba su vida. Ester, aunque sabía del riesgo que corría, de todos modos entró en la sala del trono sin ser invitada.
La fe de Mardoqueo intentó despertar la fe de Ester. El corazón del libro de Ester se encuentra en las palabras de Mardoqueo a Ester: “Entonces Mardoqueo dijo que respondiesen a Ester: ‘No pienses que por estar en la casa del rey serás la única en librarte entre todos los judíos. Porque si del todo callas ahora, respiro y liberación tendrán los judíos de otra parte; pero tú y la casa de tu padre perecerán. Y ¿quién sabe si no fue para esta hora que has llegado al reino?’ ” (Est. 4:13, 14).
La fe de Ester fue puesta a prueba cuando Mardoqueo apeló a su amor por su pueblo. Nadie sabía que era judía, salvo Mardoqueo, y una vez que tomó la decisión de involucrarse, no dudó en arriesgar su vida.
Su fe en Dios era fuerte, y sabía que, sin la ayuda de Dios, no podría tener éxito. Su respuesta a Mardoqueo revela su fe: “Ve, reúne a los judíos que se hallan en Susa, ayunen por mí y no coman ni beban durante tres días, ni noche ni día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente. Entonces iré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley. Y si perezco, que perezca” (Est. 4:16). Mardoqueo envió esta información a toda la comunidad judía de Susa, y mientras ellos ayunaban y oraban, Ester se preparó para el peligroso momento. “Al tercer día Ester se puso su vestido real y se presentó en el patio interior del palacio del rey, frente al aposento del rey. El rey estaba sentado en su trono real en el aposento regio, frente a la puerta del aposento. Cuando él vio a la reina Ester en el patio, ella obtuvo gracia en sus ojos, y el rey le extendió el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del cetro” (Est. 5:1, 2).
Miércoles 20 de diciembre
La crisis que arrostró Ester exigía presta y fervorosa acción; pero tanto ella como Mardoqueo se daban cuenta de que a menos que Dios obrase poderosamente en su favor, de nada valdrían sus propios esfuerzos. De manera que Ester tomó tiempo para comulgar con Dios, fuente de su fuerza. Indicó a Mardoqueo: “Ve, y junta a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche ni día: yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y así entraré al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.” Ester 4:16.
Los acontecimientos que se produjeron en rápida sucesión: la aparición de Ester ante el rey, el señalado favor que le manifestó, los banquetes del rey y de la reina con Amán como único huésped, el sueño perturbado del rey, los honores tributados en público a Mardoqueo y la humillación y caída de Amán al ser descubierta su perversa maquinación, son todas partes de una historia conocida. Dios obró admirablemente en favor de su pueblo penitente; y un contradecreto promulgado por el rey, para permitir a los judíos que pelearan por su vida, se comunicó rápidamente a todas partes del reino por correos montados, que “salieron apresurados y constreñidos por el mandamiento del rey... Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los Judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de los pueblos de la tierra se hacían Judíos, porque el temor de los Judíos había caído sobre ellos.” Ester 8:14, 17
(Profetas y reyes, pp. 442, 443).
[Daniel] siguió postrándose delante de Dios “abiertas las ventanas de su cámara”. Consideraba la súplica a Dios de tan grande importancia que prefería sacrificar su vida antes que abandonarla. Debido a su insistencia en orar a Dios fue arrojado al foso de los leones. Los ángeles malignos habían cumplido su propósito. Pero Daniel continuó orando aun en el foso de los leones. ¿Sería destruido? ¿Lo olvidaría Dios allí? Oh, no; Jesús, el poderoso Comandante de las huestes celestiales, envió a su ángel para cerrar las bocas de los hambrientos leones a fin de que no dañaran al suplicante hombre de Dios… Satanás y sus ángeles fueron derrotados y se llenaron de ira…
La oración de fe es la gran fortaleza del cristiano y ciertamente prevalecerá contra Satanás. Por eso él insinúa que no necesitamos orar. Él detesta el nombre de Jesús, nuestro Abogado; y cuando acudimos sinceramente a él en busca de ayuda, la hueste satánica se alarma. Cuando descuidamos la oración actuamos de acuerdo con su propósito, porque entonces sus maravillas mentirosas se reciben con más facilidad
(Testimonios para la iglesia, t. 1, pp. 266, 267).
Ahora y hasta el fin del tiempo, el pueblo de Dios debiera ser más ferviente, más despierto, no confiando en su propia sabiduría sino en la de su Dirigente. Debieran apartar días para el ayuno y la oración. Quizás no se requiera una abstinencia completa de alimento, pero debieran comer frugalmente de los alimentos más sencillos (Eventos de los últimos días, p. 83).
Los comentaristas llevan milenios señalando que el nombre de Dios no aparece en el libro de Ester. Este es el único libro de la Biblia en el que ocurre un fenómeno como este. No obstante, los judíos pudieron reconocer el accionar de Dios en la gran liberación en favor de ellos, y el pueblo de Dios escogió este libro para incluirlo en el canon bíblico.
¿Somos capaces de percibir la presencia de Dios bajo la superficie de nuestra vida cotidiana? Las acciones de Dios pueden asumir la apariencia de acontecimientos normales y naturales; y si no les prestamos mucha atención, no notaremos la presencia de Dios.
El milagro de Purim adopta una forma muy inusual. El milagro está oculto, disfrazado de acontecimientos aparentemente naturales. La ley para destruir a los judíos no fue revocada, pero se emitió una nueva ley, lo que permitió que los judíos se defendieran.
Además, observa que sucedió algo más, y cómo Dios obró mediante estos acontecimientos. Los persas notaron las acciones de Dios en favor de los judíos.
¿Y el resultado?
“Y muchos de los otros pueblos se hacían judíos” (Est. 8:17). Este es un gran ejemplo de cómo el Señor pudo obrar para llevar a las almas perdidas al conocimiento de él.
Los dirigentes del pueblo judío reconocieron la obra de Dios. Cuando los judíos salieron victoriosos en su defensa, declararon una fecha anual (llamada Purim) en conmemoración y celebración de esa victoria. Continúa siendo una tradición dedicar esos días festivos a dar gracias a Dios para recordar su liberación.
Jueves 21 de diciembre
En el día señalado para su destrucción, “los Judíos se juntaron en sus ciudades en todas las provincias del rey Asuero, para meter mano sobre los que habían procurado su mal: y nadie se puso delante de ellos, porque el temor de ellos había caído sobre todos los pueblos.” Ángeles excelsos en fortaleza habían sido enviados por Dios para proteger a su pueblo mientras este se aprestaba “en defensa de su vida.” Ester 9:2, 16
(Profetas y reyes, p. 443).
Dios ha revelado lo que ha de acontecer en los postreros días, a fin de que su pueblo esté preparado para resistir la tempestad de oposición e ira. Aquellos a quienes se les han anunciado los sucesos que les esperan, no han de permanecer sentados en tranquila expectación de la tormenta venidera, consolándose con el pensamiento de que el Señor protegerá a sus fieles en el día de la tribulación. Hemos de ser como hombres que aguardan a su Señor, no en ociosa expectativa, sino trabajando fervientemente, con fe inquebrantable. No es ahora el momento de permitir que nuestras mentes se enfrasquen en cosas de menor importancia. Mientras los hombres están durmiendo, Satanás arregla activamente los asuntos de tal manera que el pueblo de Dios no obtenga misericordia ni justicia…
Dios obró siempre en favor de su pueblo en su más extrema necesidad, cuando parecía haber menos esperanza de que se pudiese evitar la ruina. Los designios de los impíos enemigos de la iglesia están sujetos a su poder y su providencia es capaz de predominar sobre ellos. Él puede obrar sobre los corazones de los estadistas; la ira de los turbulentos y desafectos aborrecedores de Dios, de su verdad y de su pueblo, puede ser desviada, como se desvían los ríos cuando él lo ordena. La oración mueve el brazo de la Omnipotencia. El que manda a las estrellas en su orden en el firmamento, cuya palabra domina a todo el mar, el mismo Creador infinito, obrará en favor de sus hijos si ellos le invocan con fe. Él refrenará las fuerzas de las tinieblas, hasta que se dé al mundo la amonestación y todos los que quieran escucharla estén preparados para el conflicto
(Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 427, 428).
Si hubiere más oración entre nosotros, más ejercicio de la fe viviente y menos dependencia de los demás, habríamos avanzado mucho más en inteligencia espiritual de lo que avanzamos hasta aquí. Necesitamos una vivencia profunda e individual del corazón y el alma. Entonces seríamos capaces de decir lo que Dios está haciendo y cómo está trabajando. Necesitamos tener una experiencia viviente en las cosas de Dios; no estamos seguros a menos que la tengamos… Si hubo un tiempo en nuestra historia en el que necesitamos humillar nuestras almas delante de Dios, es ahora. Necesitamos ir a Dios con fe de que todo está prometido en la Palabra, y luego caminar en toda la luz y el poder que da Dios (La oración, p. 20).
Para estudiar y meditar: “A toda casa y toda escuela, a todo padre, maestro y niño sobre los cuales ha brillado la luz del evangelio, se formula en este momento crítico la pregunta que se le hizo a Ester en aquella crisis decisiva de la historia de Israel: ‘¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?’ ” (Elena de White, La educación, p. 263).
“En tiempos antiguos, el Señor realizó maravillas mediante mujeres consagradas que unieron sus esfuerzos con aquellos hombres que habían sido llamados a ser los representantes de Dios. Hubo mujeres que ganaron grandes y decisivas victorias. Más de una vez en tiempos de crisis, fueron colocadas en posiciones importantes que les permitieron salvar muchas vidas. Mediante la reina Ester, el Señor efectuó una poderosa liberación de su pueblo. Cuando parecía que no había poder humano que pudiera salvarlos, Ester y las mujeres asociadas con ella oraron, ayunaron y actuaron prestamente, y lograron la salvación de su pueblo. [...]
“Un estudio de la obra de las mujeres en relación con la causa de Dios en tiempos del Antiguo Testamento nos enseñará lecciones que nos capacitarán para enfrentar las emergencias en nuestros días. Quizá no confrontemos una situación tan crítica ni seamos colocadas en un lugar tan prominente como le ocurrió al pueblo de Dios en los días de Ester. Sin embargo, muchas mujeres convertidas pueden realizar cosas importantes desde posiciones más humildes. Muchas lo han hecho y aún están listas para hacerlo” (Elena de White, Hijas de Dios, p. 44).
Preguntas para dialogar:
Viernes 22 de diciembre
Testimonios para los ministros, “El mensaje de Dios para el tiempo presente”, pp. 95, 96;
Testimonios para la iglesia, “Preparación para la crisis final”, t. 6, pp. 404-406.